En muchos videojuegos, hemos explorado la relación entre humanos y sus mascotas, pero Copycat nos da una perspectiva diferente: la del propio animal. En este juego, tomamos el control de Dawn, un gato con un pasado algo turbulento, adoptado por Olive, una mujer australiana mayor que acaba de perder a su gato anterior. La trama explora cómo el pasado de Dawn influye en su presente y qué sucede cuando ese presente se ve alterado de manera inesperada. Al comenzar Copycat, me sentí algo engañado. El texto introductorio en Steam daba a entender una historia más cómica y ligera, con un gato callejero celoso tomando el lugar de nuestro protagonista.
Pero, lejos de ser un juego lleno de travesuras y humor, Copycat resulta ser una experiencia más introspectiva y meditativa. El juego nos invita a explorar la relación entre una mascota y su dueño desde la perspectiva del animal. A través de los ojos de Dawn, vemos cómo se adapta a su nuevo hogar, y cómo su naturaleza salvaje contrasta con la dulzura de su nueva vida. La jugabilidad se centra en la exploración y las interacciones cotidianas. Como gato, puedes caminar por la casa, hacer travesuras (robar comida, derribar objetos) y, al mismo tiempo, abrirte poco a poco a tu nueva dueña. A pesar de tu apariencia domesticada, Dawn sigue siendo un gato salvaje en su corazón, y en sus sueños puedes ver su espíritu de cazadora. La ambientación es encantadora, especialmente en las secciones oníricas, inspiradas en la sabana africana, que nos muestran el contraste entre la vida doméstica y la naturaleza salvaje.
Sin embargo, la historia toma un giro dramático y desgarrador, y aquí es donde el juego tropieza un poco. Los personajes humanos, en su mayoría, toman decisiones extremadamente poco realistas y, en muchos casos, egoístas. Las interacciones entre los personajes carecen de la sutileza necesaria para tratar un tema tan delicado como el de la relación entre un gato y su dueño. Estas decisiones extremas hacen que la narrativa se vuelva un tanto simplista, eliminando la complejidad que podría haber hecho a la historia más impactante y emocional. La trama se vuelve más en blanco y negro, y las motivaciones de los personajes se sienten forzadas. A pesar de los problemas narrativos, la jugabilidad de Copycat es uno de sus puntos fuertes. Las mecánicas están diseñadas con cariño por los amantes de los gatos. El control de Dawn se siente auténtico: su comportamiento, desde caminar por la casa hasta sus momentos de travesura, está muy bien logrado. Además, el juego no se limita a una sola mecánica; hay secciones de sigilo, eventos de tiempo rápido y momentos de carrera infinita, lo que mantiene la jugabilidad fresca, aunque algunos de estos cambios de ritmo no siempre sean estrictamente necesarios para la trama.
El mundo de Copycat es hermoso, especialmente cuando exploras las áreas libres, aunque la sensación de “vida” en el vecindario es limitada. La falta de personajes no jugables (NPCs) y la escasa interacción con ellos hace que el entorno se sienta algo vacío. Por otro lado, los modelos de personajes humanos dejan mucho que desear. Mientras que los gatos están bien animados y tienen un aspecto adorable, los humanos tienen movimientos torpes y sus modelos son poco detallados, lo que rompe la inmersión. Este contraste es especialmente notorio en los niveles inspirados en África, donde el diseño de los sueños de Dawn está lleno de color y belleza, pero los modelos de los personajes humanos parecen fuera de lugar. La banda sonora de Copycat tiene una calidad bastante buena, aunque algo repetitiva. A pesar de contar con 29 pistas, la música se limita a dos temas principales: una melodía melancólica de piano y una más alegre y africana que acompaña las secciones oníricas. Ambas piezas son hermosas, pero debido a su repetición constante durante las tres horas de juego, pueden sentirse algo monótonas.